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DestiladosCloud Nine Alpine Bistro

Cloud Nine Alpine Bistro

Euforia y estilo a 11,000 pies de altura

Hay espacios únicos para sentir, beber y sumergirse en una historia personal construida por todo tipo de comensales. Son espacios que casi entienden la entropía de la vida, una transformación también posible con un brindis, o como hace el tiempo con los bares, que abren, cierran y vuelven a abrir años después. Mientras otros se incendiaron y fueron reconstruidos, existen los que cambiaron de ubicación, de nombre, se convirtieron en oficinas, comercios o dejaron de servir bebidas. No obstante, destacan los que perduran y son esenciales para reconocernos a nosotros mismos como fuerzas naturales, el caso del divertido cielo llamado Cloud Nine Alpine Bistro.

Espacios como este son como las casas embrujadas del cine. Es decir, protagonistas de cada una de sus historias. Llegan sus asistentes y adquieren vida propia para en conjunto disfrutar momentos mundanos, un menú fijo y rico, la calidez de los meseros, el ambiente, la fiesta. Experimentamos los sentidos mientras disfrutamos una pasta, un fondue, de una raclette acompañada de una bebida caliente o de un vino blanco ligero, sino es que risotto de trufa blanca. 

Es la norma de Cloud Nine: excelentes platillos y vinos alsacianos en una celebración con mucho champán rociado hacia los comensales y el techo. En el lugar será difícil no sentirse soñado con todo esto, no solo porque sea accesible únicamente por esquí, snowboard, ya que el espacio ocupa una antigua cabaña de patrulla de esquí en la montaña Highlands en Aspen, Colorado. También porque le regala a sus asistentes un legado casi onírico: belleza, cualidades y, finalmente, momentos que reflejan las pasiones humanas.

Cloud Nine Alpine Bistro se ubica en la antigua cabaña Highlands Ski Patrol. La mitad del inmueble es un restaurante de estilo sentado (menú) con un ambiente relajado; la otra mitad es un área de asientos abiertos con autoservicio, ensaladas, especiales del día, postres y bebidas con una impresionante vista que alcanza hasta 40 millas en cualquier dirección (si el clima lo permite).

¿Pero por qué llegar al Cloud Nine Alpine Bistro es como volar? Porque igual a todo espacio valioso, no se puede definir con las recomendaciones de los turistas en websites de viaje. Más bien es el centro de crónicas y experiencias, como la que narra la columnista Etta Meyer en Vogue. En su relato inicia con una escena que parece salida de las películas The Hangover o El Lobo de Wall Street, aunque una inocua, controlada, casi coreografiada y sin agresividad, ideal para describir la mejor fiesta de baile en EE.UU., que ocurre todos los días a 11,000 pies sobre el nivel del mar.

La columnista inicia con una cita atractiva: “¿Por qué estoy en topless y empapada en champán en este momento?”… La joven snowboarder en un viernes cualquiera por la tarde es la base para que la escritora analice y describa lo que es el lugar. Pero no es una película y el espacio dista de ser un acabose, la gente baila, gira y grita pero amablemente, mientras se percibe el olor a ajo asado y papas, acompañado todo de una deliciosa bebida y la música de un DJ.

Ingresar a Cloud Nine en sus horarios de mediodía y a las 14:00 requiere habilidad o suerte para reservar mesas. Es de los sitios visitados por celebridades, como el tramposo Lance Armstrong, el cómico Will Ferrell o el músico Seal, que como Etta Meyer relata en su colaboración para Vogue, alguna vez cantó su tema “Kiss From a Rose” en la habitación llena de compañeros esquiadores.

La realidad es que en el sitio tampoco prevalece el descontrol, más bien se trata de una suma de experiencias de un bistró de alta gama, con un ambiente après-ski de estilo europeo entremezclado con la interesante historia de Aspen, que en su momento incrementó su reputación como una ciudad de fiesta de contracultura y luego como un destino visitado por famosos.

Por esto y más, Cloud Nine es de esos sitios donde el personal desarrolla relaciones a lo largo del tiempo con sus clientes, que llegan de metrópolis como Nueva York, Ciudad de México o Los Ángeles. Es un ejemplo de un restaurante-destino que cumple su función: desarrollar la pasión, lealtad e inspirar a la clientela a literalmente tirar su dinero al techo (o champaña Veuve Clicquot).

Al final la concurrencia abandona el lugar y tarda alrededor de una hora en esquiar hasta el fondo de la montaña. No hay forma de replicar la experiencia, ese recuerdo de un exceso que es la fiesta de dejarse ser, sonreír y entender que si la montaña no va a nosotros, nosotros vamos a la montaña.

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