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GeneralEl destilado perfecto para creer en ti mismo: Creyente

El destilado perfecto para creer en ti mismo: Creyente

Si hablamos de bebidas ancestrales, el mezcal es la primera que llega a nuestras mentes a manera de elíxir artesanal que sana nuestras almas. Porque se trata de una bebida sagrada que, cada vez que navega en nuestro organismo, nos traslada con nuestros antepasados en su auténtica y divina euforia. 

Creyente es el mezcal que, por excelencia, ha logrado conjugar el sabor de lo sagrado con la virtud del instante. Fusiona los sabores de dos regiones distintas: Tlacolula y Yautepec, creando así un sabor que nos remonta a las salvajes montañas y fértiles suelos de sus lugares de origen. 

Además, su original botella y etiqueta reflejan la mezcla visionaria que han creado los expertos de Creyente. Su sabor representa a una criatura híbrida, con un cuerpo sedoso y satinado, que en nuestro paladar estalla en los dulces sabores de frutas con los exquisitos destellos de hierbas y sensaciones de madera de mezquite ahumado. 

Todo amante de este elíxir, sabe que no hay nada como disfrutar de esta bebida en sorbos precisos, el clásico toque de la sal de gusano y el detalle de una rodaja de naranja fresca o una sangrita. 

De la tradición de los alebrijes, la criatura mística con diferentes partes de un animal en sí misma, Creyente recorre el paralelismo de las tradiciones ancestrales en un destilado hecho bajo la filosofía de lo sagrado con lo contemporáneo.

Si ahora se ha convertido en una bebida completamente popular en México y en el mundo, son sus rasgos místicos los que la rodean. Es decir, el origen mágico de este destilado recae en la leyenda de que la nieta de Tzintzimitl, la hermosa Mayahuel, decidió bajar a la tierra para amar carnalmente a Quetzalcóatl. Convirtiéndose así en un árbol bifurcado, y cuando el príncipe (Quetzalcóatl) se estaba separando de sus ramas, Tzintzimitl los descubrió, por lo que furiosa despedazó a Mayahuel, abandonando sus restos para que fueran devorados, pero Quetzalcóatl los enterró y de ellos brotó el maguey o agave.

Ahora es fácil entender por qué se trata de una bebida sagrada que recae en el tórrido y prohibido romance de los dioses, conjugando así un efecto delirante que nos aterriza en auténticos e inolvidables momentos. 

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