Bar Piano de Shibuya, Tokio Una experiencia escarlata
No sé cómo arribamos a un espacio único, abigarrado y perdido entre el bullicio nocturno de una urbe cosmopolita pero tradicional como Tokio. En el ambiente sonaban las notas suaves y fuertes de un piano, no confirmé si era verdadero o imaginado. La atmósfera invitaba a bailar mentalmente los sonidos blancos y negros, demostrando que la elegancia no es solo un lujo o armonía, sino un concepto más allá de la realidad.
Un piano bar nunca, pero nunca deja de ser un espacio casual que invita a relajarse, convivir, hacer nuevos y/o buenos amigos, ¿acaso conquistar… pero experiencias?
Sean peras o manzanas, dentro del universo paralelo de los bares ocultos, hay gemas que nos retan a descubrirlas. A veces se materializan mágicamente frente a nuestra mirada, seduciendo con tentadores momentos irrepetibles, que casi recrean no sé cuál novela de Haruki Murakami. Pero en este destino el piano del lugar eleva el listón a un nuevo nivel, porque es una barra en un espacio con un lujoso interior revestido de terciopelo. Me hace recordar la legendaria película Casablanca (1942), en especial a la famosa cita equivocada y nunca dicha textualmente en los diálogos aunque, como todo recuerdo, adquirió vida con el paso tiempo y dice: “Play it again, Sam”.
La noche es oscura y tormentosa, o clara y luminosa por las brillantes marquesinas del barrio. Humphrey Bogart e Ingrid Bergman son intercambiados por algunos excéntricos japoneses. Es habitual cuando se bebe en el local llamado solamente Bar Piano, localizado en un pequeño callejón en Shibuya, cerca de la estación de tren y el cruce conocido como “el callejón de los borrachos”.
En la acera quizás hay un pequeño letrero que anuncia el destino, algunos no lo recuerdan. Otros solo ingresan y detonan la nostalgia, pero creen que el bar tiene asientos incómodos. No entienden que la experiencia de llegar y disfrutar esta clase de lugares se aleja de pedir deseos y se acerca más a conquistarlos. Hasta el barman, probablemente algún tipo gótico japonés, que prepara unas bebidas rudimentarias, es parte del concepto, junto a una decoración y ambiente increíbles, en un núcleo atómico minúsculo que invita a beber de vasos y copas antiguas, rodeado de candelabros, cuadros ornamentados y cabezas de animales disecados.
Creo que hasta libera conocer la divertida decadencia en un bar tan pequeño. Ideado por Hayao Matsumura, el empresario detrás de lugares tan extravagantes como Trump Room y la tienda de ropa vintage Nude Trump, Bar Piano es quizás la oferta más extraña que pueden encontrar en el característico distrito de bares Nonbei Yokocho de Shibuya.
Eso sí, aprovecho y aclaro que si quieren un minimalismo japonés supuestamente sofisticado, vayan a otro lado; si se aventuran a descubrir una de las experiencias de bares más locas del mundo, intenten encontrar este lugar.
Algunos japoneses se preguntan. “¿Por qué los extranjeros quieren ir al Bar Piano? Ese es el bar más caro y turístico de ese callejón”, mientras hablan de otros bares tradicionales agradables, pero yo me pregunto, ¿cuál es el verdadero estilo japonés? Lo desconozco, pero este lugar tiene puertas más ornamentadas y en el interior hay imágenes de todas las formas y tamaños, con bombillas rojas. Hay espacio solo para tres personas en la barra del bar de la planta baja (que, fiel al nombre, está hecha de un piano vertical), por lo que algunos prefieren subir la empinada escalera y tomar asiento en medio del decorado de la planta superior. Por su parte la selección de bebidas incluye Calvados y cocteles de frutas frescas.
El sitio fue presentado en el programa de televisión de Anthony Bourdain, con lo cual seguro adivinan que Bar Piano es una cápsula espacio-temporal, el acceso a un mundo paralelo que eleva nuestro espíritu. Trasciende la diversión y placer del piano, sus sonidos únicos, elegancia, positividad y mejor cautiva con una experiencia más completa, para junto a otras tantas que hacen hervir nuestra sangre carmesí, hacer las paces con el surrealismo más atmosférico, el de la vida.
Play it again, Sam.
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